Hace un tiempo, pase por la plaza de mi querido lugar, y vi sentado a un pibe. No tendría más de 18 años, regalando tiempo supuesto.
A su lado había una nena, que aparentaba los dos primeros años. Le preguntaba insistentemente, “papa, papa, ¿Cómo era?”.
Mientras pasaba por su lado, se me ocurrió que el pibe se habia equivocado, y que con su noviecita, no habían reparado en cuidados de tipo moral y profiláctico.
Producto de esa equivocación, había nacido esa nena, que seguro tendría mas crianza de sus abuelos que de los mismos padres.
Me imagine también, lo atado que estaría el pibe, al cargar el peso de la paternidad.
Pensé que el desgaste de pareja, en caso de que los jóvenes padres todavía lo fueran, les llegaría más temprano.
El caso es que este pibe le dice a su hija” repetí: TE-A-MO-PA-PA”
A lo que su hija obedeció sin preámbulos.
Por unos instantes, mientras me alejaba (100 o 120 pasos), me sorprendí deseando ser un pibe equivocado.
1 comentario:
Puede que ellos nos amen más de lo que nosotros a ellos, eso csuelen decir..., pero verlos crecer es una maravilla, sobretodo si uno no tiene expectativas.., cuáles puede tener?, que sean reflejos de uno?, los espejos decía Borges, son inmorales, y tenía razón..., para uno y para los demás, y los hijos son parte de los demás.., no son nuestros, son ellos, con sus vidas, por cierto bastante alejadas de la nuestra, lo único que nos une a ellos es el amor .. y eso es suficiente.
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