Hay cuatro seres en la mesa; enredados en un juego a vida o muerte. Un ángel, un demonio, y dos aprendices de los antes mencionados.
El juego elegido es la baraja; mas precisamente el truco.
Están técnicamente, jugando un dieciocho seco. O sea que quien llegue primero a dieciocho, gana la partida.
Mientras, en un baldío cercano, dos pibes juegan a los pistoleros, con dos palos que en ese momento, son certeras armas, de brillantes cachas.
La pareja celestial lleva quince buenas, mientras que el dúo infernal, lleva quince malas.
Dado que en este juego del mas allá, no hay Ángeles malos, ni demonios buenos, se puede decir que es un empate hasta ahora.
Los pibes corren de un yuyo a otro, de un montículo de tierra a otro, disparando imaginarias balas, siendo héroes y justicieros, letales e invencibles.
El envido ya lo canto el demonio y no fue querido. Un punto mas para el purgatorio. Y van dieciséis.
El semblante serio del ángel; denota un aprieto que parece intenta disimular, diciendo:
-no importa compañero, esto se soluciona con el truco-
El grito de triunfo del demonio, no se hace esperar.
-¡quiero retruco!-
El ángel casi con resignación, otorga un serio:
-quiero-
En el baldío los dos pibes corren, uno de ellos escapa a la balacera del otro, pasando por sobre una chapa de metal.
El demonio muestra su triunfante carta, un as de basto y la deja en la mesa con un sonoro golpe, que ningún mortal ha escuchado.
El ángel parsimoniosamente, se lleva su carta a la frente, y como no tiene fluidos, solo atina a hacerla levitar. Un as de espadas. Fin del juego.
En ese momento la chapa por la que corría el niño, de dobla a la mitad, y este logra asirse a un palo que esta a poca distancia; con esfuerzo y miedo, puede al fin salir. Ha ganado la vida; se ha salvado “de milagro”.
Cuando por fin los demonios se han marchado, el aspirante a ángel, le pregunta al ángel consumado como fue que hizo para ganarle a los demonios.
-Hay dos cosas que los demonios no tuvieron en cuenta. La primera fue que los Ángeles no mentimos, por lo que si digo que ganamos el truco, es porque lo ganamos. Y la segunda, es que tuve un buen maestro de este juego.-
-¿Dios?-
El ángel no contesta, pero le obsequia una cómplice mirada.
-Entonces… ¿es verdad?-
Silencio
-Dios… ¿es argento?-
Más silencio.
¿Y la mano del diego?
El ángel se desmaterializa, y el aspirante se queda pensando en que siempre le hace lo mismo.
Se va por las calles del barrio, y se cruza con dos pies que hoy se salvaron de morir, pero no le presta mayor atención; esta ocupado silbando el tema de Divididos, ¿Qué ves? Silba la parte que dice”el bien y el mal definen por penal”.
Y ningún mortal lo escucha
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