martes, febrero 26, 2008

Filosofia de la Manzana

En el último piso del hospital, José festeja a solas su nuevo nombramiento de director general con un exquisito vino que supo camuflar sabiamente en su maletín.
No es para menos, tardo cerca de treinta años en llegar a esa oficina ubicada en la cima física y simbólica de este edificio.
Recuerda con nostalgia sus primeros pasos como estudiante y practicante, cuando lavaba miserias a la par de las enfermeras. Se suceden diversas imágenes, ya con su titulo de doctor, trabajo, acumulación de experiencia, competencia sana y de la otra, enfermos sanados, enfermos.
Luego le viene a la mente su especialización en cardiología, su casamiento con su actual esposa ex radióloga, su primer hijo y actual pediatra de la institución, su primer amante, instrumentista trasladada a un olvidado pueblito a consecuencia de una desafortunada confusión de roles, en la famosa relación “profesional-asistente”.
El segundo vaso de vino ya no tiene el gusto del éxito tan notable, por lo que se dispone a inventar en su nueva función, una vieja excusa de reunión para llegar tarde a la soledad acompañada de su alcoba matrimonial.
Mientras José levanta su teléfono allá en la cima, algo diferente sucede en el subsuelo donde se encuentra el director saliente, reposando en un nicho varios grados bajo cero.
Este frío cuerpo, trató durante varios años de hacer funcionar este hospital, que ahora lo resguarda de la vida agitada, abrazando sus restos con mortecina tranquilidad. Ya el estrés del mando no perturbará el descanso que tanto buscó sin esperar que fuera de ese modo, quedándose un tiempo mas, irónicamente en el hospital.
A pocos metros del congelado ex director, se encuentra Pablo, un estudiante de medicina que reparte sus sueños entre casarse prontamente con su novia, y ser medico algún no muy lejano día.
Quien sabe, arriesga, quizás hasta llegue al ultimo piso y pueda ver el mundo debajo de sus pies, con una copa de vino en sus manos.
Pero para eso falta mucho.
Se pueden tardar años en subir veinte metros, no tanto en bajarlos.
Cuando Newton descubrió su famosa ley, le quito a la manzana el encanto que con tanto sacrificio, Eva le había otorgado.