viernes, junio 27, 2008

ilegales

Un país de ensueño existe no muy lejos, de colinas color amarillo limón, y anaranjado naranja.
En este país-paraíso, corren ríos torrentosos, blancos, rebosantes de millones de litros de leche. Nacen de manantiales de ubres, al pie de montañas de tiernas carnes.
A los costados del nutrido cauce, podría uno detenerse en un valle interminable de cereales luminosos, y frutas deliciosas, manjares dignos del rey mas exigente,
Las manzanas caen allí por ser tan grandes, que el brote no soporta semejante peso,
Y los granos de maíz son tan grandes, que las gallinas se indigestan.
A no muchos kilómetros del edén, un pibe se levanta en una villa periférica, apurado por sacar su carrito antes de que pase el basurero y le lleve el cartón que luego venderá para el reciclaje. Todavía es de noche en la ciudad y esta muy frío. La pechera con tres letras de alguna agrupación que le pago para ser número en un acto, no alcanza a cubrir sus flacos brazos.
De a poco el carro se va llenando y todo ese cartón se convierte en tortura.
El solo espera llegar a la planta para recibir su paga, y enfilar para el comedor comunitario.
Desde ayer ese comedor no tiene pan, y no se explica porqué.
Después de todo tiene pocos años, y todo es una aventura, incluso sortear por la tarde los peligros del basurero, y de tanto en tanto encontrar algún tesoro invaluable, en forma de lata o madera.
No sabe que existen camiones cuatro o cinco veces mas grandes que su casa, no tiene idea de que hay montones de alimentos a la vera de la ruta.
Menos que menos, tiene conciencia de que un cereal que jamás comió, abunda en los campos, y se usa para gasolina.
Pero al fin, si tuviera noción de todo eso, solo sería un ilegal, un indocumentado en aquel país de ensueños.

domingo, junio 22, 2008

Premura

Se sienta en silencio, y en penumbras, recoge su soledad, para vestirse en silencio.
Del otro lado, descansa la mujer envuelta en el abrigo del engaño.
Quiere ser rápido, y marcharse. Es difícil mostrarse invulnerable frente a la contundente realidad de la desnudez
La mira por ultima vez como si fuera un trámite, y se escapa por la puerta que jamás le cerró el paso.
Ya en el frío de la calle, resucita su piel de hielo, prende un rubio, y se aleja sin mayor preocupación que la de un taxi para no caminar tanto.
La noche no durará tanto como para esconder el vacío de sus ojos.

martes, junio 03, 2008

Todos somos pecadores, redimidos o reincidentes. Al fin y al cabo transitamos el camino aprendiendo (en la medida de lo posible) de los errores. En estos últimos se cimientan nuestros futuros aciertos.
Ya el sol, con la precisión de un Patek, asoma sus brazos, para mostrar tus piernas.
Como una especie de burdo y elemental Sísifo, voy a cerrar las cortinas para seguir equivocándome con tu desnuda espalda.