Un país de ensueño existe no muy lejos, de colinas color amarillo limón, y anaranjado naranja.
En este país-paraíso, corren ríos torrentosos, blancos, rebosantes de millones de litros de leche. Nacen de manantiales de ubres, al pie de montañas de tiernas carnes.
A los costados del nutrido cauce, podría uno detenerse en un valle interminable de cereales luminosos, y frutas deliciosas, manjares dignos del rey mas exigente,
Las manzanas caen allí por ser tan grandes, que el brote no soporta semejante peso,
Y los granos de maíz son tan grandes, que las gallinas se indigestan.
A no muchos kilómetros del edén, un pibe se levanta en una villa periférica, apurado por sacar su carrito antes de que pase el basurero y le lleve el cartón que luego venderá para el reciclaje. Todavía es de noche en la ciudad y esta muy frío. La pechera con tres letras de alguna agrupación que le pago para ser número en un acto, no alcanza a cubrir sus flacos brazos.
De a poco el carro se va llenando y todo ese cartón se convierte en tortura.
El solo espera llegar a la planta para recibir su paga, y enfilar para el comedor comunitario.
Desde ayer ese comedor no tiene pan, y no se explica porqué.
Después de todo tiene pocos años, y todo es una aventura, incluso sortear por la tarde los peligros del basurero, y de tanto en tanto encontrar algún tesoro invaluable, en forma de lata o madera.
No sabe que existen camiones cuatro o cinco veces mas grandes que su casa, no tiene idea de que hay montones de alimentos a la vera de la ruta.
Menos que menos, tiene conciencia de que un cereal que jamás comió, abunda en los campos, y se usa para gasolina.
Pero al fin, si tuviera noción de todo eso, solo sería un ilegal, un indocumentado en aquel país de ensueños.
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