Vuela su alma en un sinfín de piruetas. Le pasa raspando a los cables de teléfono, y un loro se queja porque el viento lo asusto a su paso.
Sigue contento, rebosante de alegría, su itinerario de traviesos rumbos.
La escuela, la casa de Luciano, su mejor amigo, de ahí por el campo, hasta volver, del otro lado de la ruta a la parte más poblada.
Le pega una fugaz visita a la casa de su abuela y emprende raudo el regreso…
Pasa por el almacén de don Raúl, el que le pregunta como anda en la escuela, y el le contesta bien, y le regala siempre los caramelos de dulce de leche, por supuesto, con cara de enojado
No se detiene el viaje; por allá abajo, anda Camila, la que siempre lo pelea, pero después lo busca. El otro día se le cayo un diente y se enojó, porque el le dijo cara de piano.
Casi llega a destino, puede ver a lo lejos la cara de su padre, adusta, pensando en cosas de grandes, la comida, el trabajo, que se yo.
Al fin, mientras sobrevuela con pericia su propio continente, escucha a lo lejos su nombre.
-¡Martín!- que raro es escucharlo desde ahí-¡Martiiiin!-
Se amalgama de nuevo, violentamente, cuerpo y alma, y mira como perdido, sin saber bien que es ahora, ente físico o metafísico.
Como sea se levanta, y se va corriendo con su madre.
- Ay Martín, siempre en la luna vos-
El tiene ganas de decirle que no se le ocurrió volar hasta la luna, pero mejor se calla.
Se ahorra un coscorrón… y gana un nuevo destino de visita.
he perdido alguna vez, mis documentos. un amor. la inocencia. la adolescencia. he perdido la batalla contra el tiempo, y la sigo perdiendo. me perdi en el resplandor de una sonrisa.Quizas la historia de mi vida se resuma en eso. la derrota de lo que quise y no pude, o no quiso, o no quise. pero al fin y al cabo. no me arrepiento de ser el paladin de quien todos rehuyen.
sábado, noviembre 11, 2006
lunes, noviembre 06, 2006
protesta
Empiezan temprano...Los bombos, las gomas, las ollas, las pancartas, los “pesados”. Todo en orden.
Del otro lado también…los cascos, los escudos, las cachiporras, los gases, los “pesados”. Todo en orden.
El ejercicio es usual, casi mecánico. De un lado cantan, reclaman, insultan, y de vez en cuando alguien con un gran megáfono, organiza movimiento y reclamo.
Del otro lado esperan, saben que en algún momento, algo va a pasar. Escudos bajos, bastones en mano.
Y lo que esperan, pasa
Un manifestante tira una piedra, y luego otro, la andanada de gases no se hace esperar. Como en un desorganizado concierto, piedras y gases, vuelan de un lugar a otro, trazando parábolas de intolerancia.
Segunda fase, los tiros. Para dispersar agitadores, la policía se vale de “pacificadoras” balas de goma. En la plaza-campodebatalla, suenan los estruendos de una escopeta, que impone el orden, y lacera espaldas. Una piedra se queja de la injusticia, y ajusticia una cabeza.
Pronto, la marcha se dispersa por calles aledañas, siempre en una danza de tiros y puteadas. Un huelguista del frente, considera que ha llegado el tiempo de la honrosa retirada, que cubre con un manto de aceite y nafta. El fuego se propaga, esparciendo antinomias, y los agentes del orden se desbandan, solo para rearmarse en otro sector, siguiendo con su llamado a la paz del gatillo.
Al final, tres horas y un montón de odio después, el saldo es claro.
Ocho policías y treinta manifestantes heridos. Doce agitadores presos… y ningún reopositor de paz.
Ah, en la plaza, un nogal, centenario, donde alguna vez han jugado juntos el agitador, el intendente, y el policía, termina de prenderse fuego estoicamente, como se prenden los árboles.
No va a aparecer en la estadística esa muerte, porque; quien sabe lo que reclamaría.
Lo cierto es que mañana, no habrá una turba de árboles pidiendo justicia, por el nogal caído.
Del otro lado también…los cascos, los escudos, las cachiporras, los gases, los “pesados”. Todo en orden.
El ejercicio es usual, casi mecánico. De un lado cantan, reclaman, insultan, y de vez en cuando alguien con un gran megáfono, organiza movimiento y reclamo.
Del otro lado esperan, saben que en algún momento, algo va a pasar. Escudos bajos, bastones en mano.
Y lo que esperan, pasa
Un manifestante tira una piedra, y luego otro, la andanada de gases no se hace esperar. Como en un desorganizado concierto, piedras y gases, vuelan de un lugar a otro, trazando parábolas de intolerancia.
Segunda fase, los tiros. Para dispersar agitadores, la policía se vale de “pacificadoras” balas de goma. En la plaza-campodebatalla, suenan los estruendos de una escopeta, que impone el orden, y lacera espaldas. Una piedra se queja de la injusticia, y ajusticia una cabeza.
Pronto, la marcha se dispersa por calles aledañas, siempre en una danza de tiros y puteadas. Un huelguista del frente, considera que ha llegado el tiempo de la honrosa retirada, que cubre con un manto de aceite y nafta. El fuego se propaga, esparciendo antinomias, y los agentes del orden se desbandan, solo para rearmarse en otro sector, siguiendo con su llamado a la paz del gatillo.
Al final, tres horas y un montón de odio después, el saldo es claro.
Ocho policías y treinta manifestantes heridos. Doce agitadores presos… y ningún reopositor de paz.
Ah, en la plaza, un nogal, centenario, donde alguna vez han jugado juntos el agitador, el intendente, y el policía, termina de prenderse fuego estoicamente, como se prenden los árboles.
No va a aparecer en la estadística esa muerte, porque; quien sabe lo que reclamaría.
Lo cierto es que mañana, no habrá una turba de árboles pidiendo justicia, por el nogal caído.
miércoles, noviembre 01, 2006
escolazo
Hay cuatro seres en la mesa; enredados en un juego a vida o muerte. Un ángel, un demonio, y dos aprendices de los antes mencionados.
El juego elegido es la baraja; mas precisamente el truco.
Están técnicamente, jugando un dieciocho seco. O sea que quien llegue primero a dieciocho, gana la partida.
Mientras, en un baldío cercano, dos pibes juegan a los pistoleros, con dos palos que en ese momento, son certeras armas, de brillantes cachas.
La pareja celestial lleva quince buenas, mientras que el dúo infernal, lleva quince malas.
Dado que en este juego del mas allá, no hay Ángeles malos, ni demonios buenos, se puede decir que es un empate hasta ahora.
Los pibes corren de un yuyo a otro, de un montículo de tierra a otro, disparando imaginarias balas, siendo héroes y justicieros, letales e invencibles.
El envido ya lo canto el demonio y no fue querido. Un punto mas para el purgatorio. Y van dieciséis.
El semblante serio del ángel; denota un aprieto que parece intenta disimular, diciendo:
-no importa compañero, esto se soluciona con el truco-
El grito de triunfo del demonio, no se hace esperar.
-¡quiero retruco!-
El ángel casi con resignación, otorga un serio:
-quiero-
En el baldío los dos pibes corren, uno de ellos escapa a la balacera del otro, pasando por sobre una chapa de metal.
El demonio muestra su triunfante carta, un as de basto y la deja en la mesa con un sonoro golpe, que ningún mortal ha escuchado.
El ángel parsimoniosamente, se lleva su carta a la frente, y como no tiene fluidos, solo atina a hacerla levitar. Un as de espadas. Fin del juego.
En ese momento la chapa por la que corría el niño, de dobla a la mitad, y este logra asirse a un palo que esta a poca distancia; con esfuerzo y miedo, puede al fin salir. Ha ganado la vida; se ha salvado “de milagro”.
Cuando por fin los demonios se han marchado, el aspirante a ángel, le pregunta al ángel consumado como fue que hizo para ganarle a los demonios.
-Hay dos cosas que los demonios no tuvieron en cuenta. La primera fue que los Ángeles no mentimos, por lo que si digo que ganamos el truco, es porque lo ganamos. Y la segunda, es que tuve un buen maestro de este juego.-
-¿Dios?-
El ángel no contesta, pero le obsequia una cómplice mirada.
-Entonces… ¿es verdad?-
Silencio
-Dios… ¿es argento?-
Más silencio.
¿Y la mano del diego?
El ángel se desmaterializa, y el aspirante se queda pensando en que siempre le hace lo mismo.
Se va por las calles del barrio, y se cruza con dos pies que hoy se salvaron de morir, pero no le presta mayor atención; esta ocupado silbando el tema de Divididos, ¿Qué ves? Silba la parte que dice”el bien y el mal definen por penal”.
Y ningún mortal lo escucha
El juego elegido es la baraja; mas precisamente el truco.
Están técnicamente, jugando un dieciocho seco. O sea que quien llegue primero a dieciocho, gana la partida.
Mientras, en un baldío cercano, dos pibes juegan a los pistoleros, con dos palos que en ese momento, son certeras armas, de brillantes cachas.
La pareja celestial lleva quince buenas, mientras que el dúo infernal, lleva quince malas.
Dado que en este juego del mas allá, no hay Ángeles malos, ni demonios buenos, se puede decir que es un empate hasta ahora.
Los pibes corren de un yuyo a otro, de un montículo de tierra a otro, disparando imaginarias balas, siendo héroes y justicieros, letales e invencibles.
El envido ya lo canto el demonio y no fue querido. Un punto mas para el purgatorio. Y van dieciséis.
El semblante serio del ángel; denota un aprieto que parece intenta disimular, diciendo:
-no importa compañero, esto se soluciona con el truco-
El grito de triunfo del demonio, no se hace esperar.
-¡quiero retruco!-
El ángel casi con resignación, otorga un serio:
-quiero-
En el baldío los dos pibes corren, uno de ellos escapa a la balacera del otro, pasando por sobre una chapa de metal.
El demonio muestra su triunfante carta, un as de basto y la deja en la mesa con un sonoro golpe, que ningún mortal ha escuchado.
El ángel parsimoniosamente, se lleva su carta a la frente, y como no tiene fluidos, solo atina a hacerla levitar. Un as de espadas. Fin del juego.
En ese momento la chapa por la que corría el niño, de dobla a la mitad, y este logra asirse a un palo que esta a poca distancia; con esfuerzo y miedo, puede al fin salir. Ha ganado la vida; se ha salvado “de milagro”.
Cuando por fin los demonios se han marchado, el aspirante a ángel, le pregunta al ángel consumado como fue que hizo para ganarle a los demonios.
-Hay dos cosas que los demonios no tuvieron en cuenta. La primera fue que los Ángeles no mentimos, por lo que si digo que ganamos el truco, es porque lo ganamos. Y la segunda, es que tuve un buen maestro de este juego.-
-¿Dios?-
El ángel no contesta, pero le obsequia una cómplice mirada.
-Entonces… ¿es verdad?-
Silencio
-Dios… ¿es argento?-
Más silencio.
¿Y la mano del diego?
El ángel se desmaterializa, y el aspirante se queda pensando en que siempre le hace lo mismo.
Se va por las calles del barrio, y se cruza con dos pies que hoy se salvaron de morir, pero no le presta mayor atención; esta ocupado silbando el tema de Divididos, ¿Qué ves? Silba la parte que dice”el bien y el mal definen por penal”.
Y ningún mortal lo escucha
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