Sentado en el frente de su casa, mira el horizonte como un amigo cercano. De hecho, el horizonte para el esta tan cerca que sobre su línea deposita recuerdos y errores ya pasados antes que sueños y aspiraciones imposibles.
Ya vivió una larga existencia de frustraciones y logros. Tuvo a su merced el corazón de alguna dama, y en su inexperiencia, lo exprimió como quien aprieta hasta la muerte, un pájaro que comía de la mano. Pasó por la larga y dolorosa prueba de la mujer que lo abandonó por otro, lloró mares escondido en algún rincón sucio y oscuro, para expiar la contaminante estela de una herida que aun hoy, no termina de doler.
Se dio cuenta de la vileza del hombre como especie y de la increíble bondad que surge de la misma existencia.
Tuvo descendencia y alguna vez le cortó el vuelo por el simple hecho de tenerlos cerca, de no dejarlos valerse por si mismos.
Hoy se asoma todos cada mañana al Acherón, y conversa sobre sus dolores óseos con Caronte.
Sin embargo, casi ilógicamente aparece su chica, esa que lo acompaña desde hace cincuenta años, y lo besa apasionadamente.
En ese rutinario y maravilloso momento redime su vida hasta que las renovadas ganas de vivir le otorgan otra jornada en la tierra de los vivos.
Caronte se aleja frustrado, su vil pago deberá esperar. Tendría que estar feliz, su empresa recolecta más pasajeros cada día pero, ¿se imaginan a Caronte feliz? El tampoco se atreve a hacerlo.
1 comentario:
Hay momentos en que la alegría se aloja en nuestras vidas como un pajaro pequeño. Entonces las cosas parecen estar en su lugar y la calma se tiende a nuestros pies. Ese estado pasará como pasa todo, pero mientras tanto podemos dejarnos invadir por el. Un beso.
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