El pibe sale de su casa rumbo al baldío contiguo, atrás resuenan gritos y palabras que parecen nubes.
Se frota la cabeza despacito, haciendo inventario de la última paliza.
Un chichón aparece amenazante, y la pierna le duele en la marca del cintazo. Algo bueno, piensa, es que su padre mañana invadido por la culpa, lo tratara bien y hasta quizá le compre algún helado. Si esta sobrio, claro.
Tiene desde ahora unos tres o cuatro días de descanso hasta la próxima epopeya.
Lleva un puñado de azúcar y una botella separada en dos mitades. Falta poco para llegar, escala la montaña de escombros y empieza el descenso.
Baja y se arrodilla entre el pasto, al lado de su hormiguero
Deja agua en una mitad de la botella, y en la otra, el azúcar.
Nada les faltara a sus hormigas mientras el sea su mentor. Hace un puente con maderitas y un techo de piedras, por si llueve.
Detrás de los escombros, en su dominio, es invulnerable.
he perdido alguna vez, mis documentos. un amor. la inocencia. la adolescencia. he perdido la batalla contra el tiempo, y la sigo perdiendo. me perdi en el resplandor de una sonrisa.Quizas la historia de mi vida se resuma en eso. la derrota de lo que quise y no pude, o no quiso, o no quise. pero al fin y al cabo. no me arrepiento de ser el paladin de quien todos rehuyen.
jueves, marzo 26, 2009
jueves, marzo 05, 2009
EL PASO
El peregrino miro hacia la pequeña luz que quedaba encendida esa noche en la periferia de ese desconocido pueblo.
Uno como tantos que sus pies habían pisado. Casas bajas, ventanas indiscretas, miradas inquisitivas.
Golpeo y salio una mujer de rostro cansado, que lo invito a pasar sin preguntarle nada.
Luego de una frugal cena, a la luz de una vela pobre, puesta en un viejo tarro de mermelada, ella se levanto sin musitar palabra alguna.
Paso un tiempo en que el hombre paseo su vista por la casita humilde, de paredes opacas, y piso de material.
Una como tantas de pueblos como tantos.
La dueña volvió con un recipiente de agua tibia, y se arrodillo a sus pies.
Con mano firme, pero sensible, le lavó los pies, y luego las piernas.
El la acaricio con mano agradecida, y ella le correspondió desabrochando su camisa.
Las sombras se fueron aclarando y la vela se fundió solemne, hasta que al final, al amanecer el peregrino vistió su historia y salio al camino.
Solo cuando era un punto borroso, la mujer se asomo a la puerta, y balbuceo para si misma:
-No tardes otros cinco años en volver-
El viento le contesto enfriándole la cara.
Uno como tantos que sus pies habían pisado. Casas bajas, ventanas indiscretas, miradas inquisitivas.
Golpeo y salio una mujer de rostro cansado, que lo invito a pasar sin preguntarle nada.
Luego de una frugal cena, a la luz de una vela pobre, puesta en un viejo tarro de mermelada, ella se levanto sin musitar palabra alguna.
Paso un tiempo en que el hombre paseo su vista por la casita humilde, de paredes opacas, y piso de material.
Una como tantas de pueblos como tantos.
La dueña volvió con un recipiente de agua tibia, y se arrodillo a sus pies.
Con mano firme, pero sensible, le lavó los pies, y luego las piernas.
El la acaricio con mano agradecida, y ella le correspondió desabrochando su camisa.
Las sombras se fueron aclarando y la vela se fundió solemne, hasta que al final, al amanecer el peregrino vistió su historia y salio al camino.
Solo cuando era un punto borroso, la mujer se asomo a la puerta, y balbuceo para si misma:
-No tardes otros cinco años en volver-
El viento le contesto enfriándole la cara.
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