miércoles, noviembre 12, 2008

Estados

Alguna vez fue agua cristalina, regalando su pureza de piedra en piedra o flotando sobre verdes campos que esperaban su beso. Su perdición fue enamorarse de dos hermosas manos.
Se abandonó en la textura de sus dedos, y la rigidez de las cortas y perfectas uñas.
Le entrego su consistencia incondicionalmente cuando se dejo mezclar con la arcilla.
Fue entonces que pasó a ser una amalgama totalmente diferente.
No estuvieron mal los primeros tiempos cuando esas palmas acariciaban sin cesar su cuerpo, apretando acá y rozando allá. Sin darse cuenta, esa masa amorfa, se convirtió poco a poco en un objeto tan perfecto, que un día se descubrió en un estado tan hermoso, que su superficie amó más aun la carne que la había transformado.
Un día, otras manos la llevaron a un salón mas grande y mas vacío, en donde los ojos de otros la miraban con admiración, y los ojos que amaba la miraban con orgullo.
Pero sus manos ya no la tocaban y su nuevo cuerpo comenzó a enfriarse.
Hoy se la puede ver, estatua perfecta, genial, inspiradora.
Y si el transeúnte se detiene a mirar detenidamente los ojos de esa majestuosa escultura, podrá percibir un dejo de añoranza, quizás extrañando el tacto de las manos del artista, o recordando los momentos en que saltaba, pura y cristalina, sin la rigidez que hoy la retiene.

1 comentario:

MIRIAM dijo...

Qué dulce! Me encantó la historia. A modelar una y otra vez que la piel vive del calor y se divierte con las formas. Un besote nene.

M