Lo encontré detrás del humo en un bar perdido. En todos los puertos existe un bar de esos.
El estaba en el fondo, cubierto de la sombra del rincón.
Parecía un perro viejo, molesto por su entorno.
Con la excusa de sentarme, (no había mas sillas que la de su mesa), le interrumpí su cerveza.
Me hubiese gustado que fuera negra (la cerveza), pero solo había rubia, y tibia.
Mientras me la traían, comencé a divagar sobre las cosas de la vida.
Dinero, trabajo, vicios, etc. Todo parecía infructuoso, hasta que mencione las mujeres.
Entonces se incorporó un poco de la silla, como preparándose para echarme, pensé.
Tomo un trago, y sus ojos se pusieron vivaces. Me miró como si fuera una silla, mi presencia no importaba, algo se le había despertado.
Me habló de mares calmos y arenas calidas, de mujeres azules y palmeras con sombra.
Me contó de valles húmedos y montes amigables.
Puso especial énfasis en una maga, que con besos y caricias, le había robado el corazón.
Viajó por paisajes sin formas, y volvió a morder frutos prohibidos. Bebió vinos especiados, y cervezas multicolores.
Bailo al son de mil ritmos, y se emborracho de desenfrenos. Peleó mil batallas y perdió muchas. Amó, sufrió, y se repuso a fuerza de esperanzas en nada.
Al fin, se calló, para dar paso al sonido del bar.
Era tarde y le pague otra cerveza. Lo mire y me fui.
Ya no veía un perro viejo, sino una especie de halcón con la pata lastimada.
Volví varias veces al lugar, pero no lo vi mas.
Me gusta imaginar que recordó la manera de volar, y ahora esta en un lugar de arenas blancas y palmeras con sombra, al lado de la maga, recorriendo valles y montes.