Mientras limpiaba la sangre de sus labios partidos, trastabilló cuatro palabras que enseguida se hicieron viento.
Ella la miro como perdida, tanto tiempo juntas le pareció una eternidad.
Por su cuerpo desnudo, las cuatro palabras, resbalaron sin poder asirse, débiles ante la contundencia de los hechos.
Sabía que era cierto, y las sabanas confirmaban su teoría. El sol apareció como un latigazo que rasgó sus ojos obligando a cerrarlos. Cuando los abrió, mojaba su piel un llanto silencioso y su boca sellada, paladeaba aun las mieles de la cama.
Nada pudo decir o hacer, salvo el reflejo gestual de una sonrisa, mientras la silueta se perdía, hundiéndose en la pared, como una vieja película muda.
La sonrisa pareciera la mejor respuesta cuando la inocencia dice” me voy para siempre”.