domingo, enero 21, 2007

desacuerdo

Sentado en el frente de su casa, mira el horizonte como un amigo cercano. De hecho, el horizonte para el esta tan cerca que sobre su línea deposita recuerdos y errores ya pasados antes que sueños y aspiraciones imposibles.
Ya vivió una larga existencia de frustraciones y logros. Tuvo a su merced el corazón de alguna dama, y en su inexperiencia, lo exprimió como quien aprieta hasta la muerte, un pájaro que comía de la mano. Pasó por la larga y dolorosa prueba de la mujer que lo abandonó por otro, lloró mares escondido en algún rincón sucio y oscuro, para expiar la contaminante estela de una herida que aun hoy, no termina de doler.
Se dio cuenta de la vileza del hombre como especie y de la increíble bondad que surge de la misma existencia.
Tuvo descendencia y alguna vez le cortó el vuelo por el simple hecho de tenerlos cerca, de no dejarlos valerse por si mismos.
Hoy se asoma todos cada mañana al Acherón, y conversa sobre sus dolores óseos con Caronte.
Sin embargo, casi ilógicamente aparece su chica, esa que lo acompaña desde hace cincuenta años, y lo besa apasionadamente.
En ese rutinario y maravilloso momento redime su vida hasta que las renovadas ganas de vivir le otorgan otra jornada en la tierra de los vivos.
Caronte se aleja frustrado, su vil pago deberá esperar. Tendría que estar feliz, su empresa recolecta más pasajeros cada día pero, ¿se imaginan a Caronte feliz? El tampoco se atreve a hacerlo.

viernes, enero 05, 2007

sincronizados

La muchacha mueve sinuosamente sus hormonas. Sabe que los demás piensan que es hermosa; se sabe hermosa. Camina la calle destapando imaginaciones de romance. Se convierte en múltiple amor platónico de los cientos que patrullan el paisaje buscando utopías.
No se porque las esquinas tienen ese imán para los hechos, todo pasa en una esquina, nunca en mitad de cuadra….
El caso es que en una de esas esquinas, la linda chica se cruza con un muchacho, nada especial, pero hay algo; ese no se que, esa simbiosis que provoca confusión.
“por casualidad”, la chica necesita saber que hora es, y “por casualidad”, el chico tiene hora. Y empieza el tiempo a ser extraño cupido de ese par.
Se ven, se acuerdan, se conocen, se esperaban, se enamoran.
A dos cuadras exactas (porque el destino tiene esos caprichos) hay otro par que se cruza, podrían ser una futura pareja de enamorados, como los dos que acaban de conocerse…
Pero la chica no quiere saber la hora, y el pibe no usa reloj.
Avatares del tiempo, caprichos del destino, o balance de la vida, quien sabe…