sábado, diciembre 09, 2006

reemplazos

Son las dos de la mañana, y Martín mira a su compañera desconocida, desnuda a su lado en la cama. La toca y sigue su línea curva, en ascendente camino hacia su nuca. Tan tangible y lejana es, que le duele no conocerla.
Mañana se levantara y le pedirá el teléfono, piensa, y de paso, sabrá como se llama. En el momento de la despedida, pasara esa mujer a ser una nueva rayita en la gris pared de su mental recuento de conquistas. Pero eso será mañana, ahora la despierta para hacer el amor una vez más…
Tres de la madrugada, Jorge mira su vaso de wisky vacío, solo un hielo casi vuelto a su líquido estado. Patético reflejo de su existencia, se derrite, indefectiblemente.
Da vuelta su cabeza y sus ojos ven un mundo que su cuerpo no comprende, suspendido en confusión etílica, no le queda mas remedio que buscar en su bolsillo las ultimas reservas, y pedir dos dedos más. Después vera como hace, para que su mujer no le grite, y sus hijos no lloren. Quien sabe, hasta quizás la patrona no despierte, o como hace un tiempo ya, finja no despertarse…
A las cuatro, Mauro se lava la cara en el baño del boliche, sus enrojecidos ojos le devuelven su imagen de maniquí, duro como un meteorito, busca concentrarse en la minita que lo espera, su mano le tiembla, pero no se da cuenta, porque tiembla todo.
Mete la mano en su bolsillo, toma dos de las pastillas, las deglute de un saque, se moja la cabeza. Ni siquiera recuerda que ya se la mojó, solo escucha la música rave y sale como zombi al encuentro de la pista….
El casino es pródigo en personajes como Pablo, la suerte lo alejó de su regazo hace años, y el sigue buscándola, aun sabiendo que no la va a encontrar.
Gira su mundo en números sin significado, docenas de deudas, columnas que lo encierran, calles sin salida, rojos de ira, y negros de impotencia. A las cinco en punto, una cruel voz le escupe al oído, que es la última bola de la noche, y casi desesperadamente, desparrama su última miseria en la mesa…
Las seis de la mañana, el cenicero esta tan lleno, que su olor contamina toda la casa.
No hay mas luz que la computadora prendida, y su reflejo termina por incrustarse dolorosamente en mi retina; no vas a volver, y faltan dos horas para que abra el quiosco de la esquina, para que seguir despierto, mejor dejo al sueño que te saque de mis ansias